Las derramas son pagos adicionales que deben realizar los propietarios de una comunidad de vecinos para hacer frente a gastos imprevistos o que no se pueden cubrir con el presupuesto ordinario. Estos gastos pueden ser de diversa índole, como:
Reparaciones urgentes del edificio: desperfectos en la fachada, averías en las instalaciones eléctricas o de fontanería, etc.
Obras de mejora de la eficiencia energética: instalación de paneles solares, aislamiento térmico del edificio, etc.
Adecuación a la normativa vigente: instalación de ascensores, eliminación de barreras arquitectónicas, etc.
Subida inesperada de los costes de suministros: agua, electricidad, etc.
Las derramas deben ser aprobadas en junta de propietarios por una mayoría cualificada, que suele ser de las tres quintas partes de los propietarios presentes o representados. La convocatoria de la junta debe hacerse con antelación suficiente y el orden del día debe incluir el punto de la aprobación de la derrama.
¿Cómo se calculan las derramas?
El importe de la derrama se calcula en proporción a la cuota de participación de cada propietario en la comunidad. Esta cuota se determina en función de la superficie y el valor de cada vivienda. El pago de las derramas es obligatorio para todos los propietarios que forman parte de la comunidad. El impago de una derrama puede conllevar la reclamación judicial por parte de la comunidad.
Si bien no siempre es posible evitar las derramas, existen algunas medidas que pueden ayudar a reducir su frecuencia o importe, como:
Realizar un buen mantenimiento del edificio: esto ayudará a prevenir averías y desperfectos.
Contratar un seguro de comunidad: el seguro puede cubrir algunos de los gastos extraordinarios.
Establecer un fondo de reserva: este fondo puede servir para afrontar gastos imprevistos sin necesidad de recurrir a derramas.
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