El propietario está obligado a comunicar por escrito al inquilino su intención de vender la vivienda con al menos dos meses de antelación a la fecha prevista para la firma del contrato de compraventa. El inquilino tiene derecho de tanteo, lo que significa que tiene la posibilidad de comprar la vivienda por el mismo precio y en las mismas condiciones que el comprador inicial. Para ello, debe comunicarlo al propietario en el plazo de 30 días naturales desde que se le notificó la venta. Si el propietario no ha cumplido con la obligación de comunicar la venta al inquilino con la antelación debida, este tiene derecho de retracto, lo que significa que puede comprar la vivienda durante los 60 días siguientes a la fecha de la firma del contrato de compraventa.
Respeto al contrato de arrendamiento: La venta de la vivienda no afecta al contrato de arrendamiento, que sigue vigente en sus mismos términos hasta su finalización. El nuevo propietario se convierte en el nuevo arrendador y asume las obligaciones y derechos que correspondían al anterior.
Ventajas:
Posibilidad de obtener un precio de venta más alto: La presencia de inquilinos puede hacer que el precio de venta sea más alto, ya que el comprador no tendrá que esperar a que la vivienda se quede vacía para poder ocuparla.
Reducción de los gastos de la venta: El propietario no tendrá que asumir los gastos de mudanza o la búsqueda de una nueva vivienda para los inquilinos.
Inconvenientes:
Posibles problemas con los inquilinos: La venta de la vivienda puede generar conflictos con los inquilinos, quienes podrían negarse a colaborar en las visitas de los compradores o incluso intentar impugnar la venta.
Mayor dificultad para encontrar un comprador: Puede ser más difícil encontrar un comprador que esté dispuesto a adquirir una vivienda con inquilinos.
Vender un piso con inquilinos es legal, pero es importante tener en cuenta las posibles complicaciones y tomar las medidas necesarias para minimizar los riesgos.
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